sábado, 17 de agosto de 2013

Hora de decir adiós. Capítulo 3

La ida hacia el pueblo de Jake estaba siendo “jodidamente dolorosa”. Justo eso había pensado. Antes se había vuelto a dormir, oliendo el aroma de Jake en la cama, y había estado tan aturdida en el tiempo que pasó despierta, que fue sólo cuando se dirigía manejando en su deportivo hacia el pueblo, cuando realmente se vio afectada.


  Sus manos con dificultad se mantenían en el volante, su visión se nublaba continuamente por las lágrimas que afloraban una y otra vez sin cesar. Por primera vez en el día no tuvo que llamar a nadie, estaba sola, tenía tiempo de pensar.


  Y ella no quería pensar, porque recordaría momentos felices que ahora se veían dolorosos. Vivir con Jake había sido toda una experiencia, nueva en muchos sentidos. Aquí estaba, haciendo justo lo que no quería. Pensar.


  Puso “Scream”, de Avenged Sevenfold, a sonar en su coche, con el volumen a tope. Suspiró calmándose, y empezó a cantar. Debía mantener el control sobre sí misma. Miró a la carretera secándose las lágrimas poco a poco.


  Entonces su móvil vibró. Tenía un sms. Sabía que era incorrecto mirar el móvil mientras conducía, pero podía ser su suegra, o su padre. Sin apartar la vista de la carretera, con una mano anduvo en su bolso, situado en el asiento a su lado.


  Cuando miró el mensaje se quedó sorprendida y desconcertada. El número era desconocido, y sólo decía: Cuidado. No entendía el significado de este, frunció el ceño molesta, y suspiró mirando nuevamente hacia delante.


  ¡Había un hombre ahí! Parado delante de ella a pocos metros. Era robusto y alto, sus músculos eran la envidia de cualquier fisiculturista, sus pantalones estaban hechos jirones y no llevaba camiseta. Su pecho lleno de sangre parecía de piedra, y no se veía su cara. Llevaba una máscara, era totalmente negra, con una equis blanca en la boca.


  Giró bruscamente, a tiempo para no chocar con aquel raro hombre, pero para su pobre suerte, chocó contra un árbol.


  El choque la sacudió fuertemente, se mantuvo en su asiento debido al cinturón de seguridad, pero su cabeza se agitó por la sacudida, dando contra el volante. Los cristales estallaron, algunos haciéndole daño. Su airbag se abrió, dejándole momentáneamente sin respiración, y no pudiendo resistir más, se rindió.


  Despertó camino al hospital, iba en una ambulancia, oía voces distantes de las que no podía entender nada, captaba palabras al azar como “contusiones”, “familia”, “gravedad”. Le dolía cada respiro que daba, miró su mano, e intentó mover un dedo, pero moverse era algo que no quería, dolía como el infierno el solo luchar por su vida.


  Volvió a perder la conciencia. Para cuando la recobró estaba en una habitación de algún hospital, y sus padres estaban ahí, igual que su mejor amiga, los tres abrazados, consolándose, no notaron que había abierto los ojos, y ella no quería que lo hicieran.


  Miró detrás de ellos, donde una delgada y alta chica, de pelo negro y lacio la miraba. Frunció el ceño, quería saber quién era ella, pero su garganta estaba seca y adolorida, y estaba totalmente drogada. Volvió a dormir.

  Lo siguiente que recuerda es haber despertado, la chica seguía allí mirándola, sonreía pero sin malicia, la miraba de modo protector. Se acercó a ella, sabiendo que la veía y susurró en su oído: “te dije que tuvieras cuidado”. Acto seguido la miró a los ojos y se inclinó dándole un pico. Y volvió a ser todo negro.

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